sábado, 18 de mayo de 2013

Lloremos sin miedo, seamos cascadas

La de veces que me habré puesto a pensar en cosas que me hacen feliz, y siempre llego a la conclusión de que es exageradamente fácil encontrar mil, casi cualquier tontería me hace feliz. Me es fácil encontrar un rayito de sol que me de en la cara de vuelta a casa, una canción diaria con la que vibrar, un plan brillante (que nunca llegará a llevarse a cabo pero me emociona un rato). O soy muy tonta o muy fácil de hacer feliz. Qué más da, las dos opciones llegan un poco a lo mismo, ¿no?. Lo único que sé es que me sería bastante fácil hablar de pequeños detalles que hacen mis días un poco más placenteros, y bastante difícil hablar desde el otro lado.
Pues allá voy.

Pero para qué mentir, llorar también me hace muy feliz. Y recordar (si es a oscuras y tapada hasta la nariz, mejor) mi vida cuando tenía cinco años y coleccionaba dinosaurios, los felices viajes en coche con papá cantando y mamá haciendo pompas de chicle; o cuando nos mudamos a allí, eso si que me hace llorar. Las historias de los libros también. Y pensar en perder a alguien más, o perder el tiempo, o perder las ganas, o la ambición, o mi manera de pensar.
Y si mezclamos y agitamos una canción clave con este tipo de recuerdos o pensamientos en el momento justo, el cóctel molotov estalla. Y esa canción clave que pasaba por allí en aleatorio como quien no quiere la cosa se me queda marcada para siempre, asociada a la sensación, al sabor de las lágrimas de ese momento y a la hinchazón de mis ojos a la mañana siguiente.
Es increíble el poder de la suma de unos cuantos elementos tontos. 

Además de esos motivos, la letra de una canción cualquiera también puede ser un hachazo mortal. Confieso de paso, que "la canción que me pongo para llorar" ni siquiera me gusta, ni la escucharía en cualquier otra ocasión que no fuera con la intención de desahogarme un rato al final del día. Una maldita historia construida para hacerme llorar en el minuto 0:16 no debería ser legal. También están las que hablan de aeropuertos o estaciones de autobús  o rompeolas, y las canciones que sin entender la letra te emocionan. Pocas, pero de las que llegan de verdad y es imposible deshacerse de ellas hasta que te resignas a pararte a traducir la letra y la historia que llevas meses imaginándote resulta ser otra muchísimo más absurda (y por lo tanto, decepcionante).

Y hablando de historias, además de las de los libros y películas, de pronto te encuentras con alguna que te vuela la cabeza completamente. De las que te cambian las perspectivas. Una pareja de Cleveland que pelea contra el cáncer de mama de ella. Una exposición que realiza él después de la muerte de su heroína, el amor de su vida, con fotos diarias de una lucha constante con miedo y tristeza, pero sobre todo amor hasta el último día. These photographs do not define us, but they are us (click). Una prueba de que el mundo no está tan mal después de todo. ¿Qué importancia tiene la política frente a historias así? Que dure la crisis lo que quiera mientras quede amor del bueno y personas de las de verdad, con valores indestructibles. Y arte en los muros. Y poetas. Y flanes de vainilla en las neveras. Y buenos libros en todas las mesitas de noche, de los que hacen sentir, y llorar, ¡por qué no!

Que al fin y al cabo llorar no es ni tan triste ni tan malo como lo pintan, (NADA ES TAN MALO COMO LO PINTAN).

"Pero cuando los sentimientos finalmente se expresan te hacen llorar, es simplemente eso."
John Lennon



sábado, 2 de marzo de 2013

Temer la llegada del autobús

Y si ahora, ¿en vez de limitarnos a imaginarnos un experimento mental, lo llevamos a la práctica?
¿Y si existiese una reflexión detrás de todas las cosas aparentemente simples?

Después de dar vueltas y vueltas sobre la mayor parte de los experimentos de la lista y después de pedir opinión y de no hacer caso a ninguna de ellas, mi (fantástica) madre me preguntó que en qué consistía realmente ''Temer la llegada del autobús'' y la verdad es que a primera vista no le encontré mucho sentido. Eso mismo fue lo que me ganó.
Y así me vi un día, comprobando que mi experimento consistía básicamente en sembrar en mi misma el cáos y la inquietud ante la espera, convencerme de perder totalmente el control sobre los hechos próximos que sucedan. Todo ello sentada en la parada del autobús, para más tarde conseguir la sensación de alivio final.

Para empezar a meternos en situación, tendríamos que entender los dos lados de 'la espera del autobús'. La primera faceta de ésta, sería la de la calma, solo tendríamos que sentarnos a esperar, no hay nada más que hacer que sentir la certeza tranquilizadora de que el tiempo seguirá pasando y el autobús llegará de un momento a otro. Pero al igual que tranquilizadora, la espera también puede ser aterradora, ya que nunca seremos capaces de controlar lo próximo que suceda. Esta imprevisibilidad es la que causaría el miedo a lo desconocido y el experimento consiste ahora, en centrarme en ese miedo y aumentarlo a conciencia.

Una vez que llegué a la parada del autobús de al lado de mi casa con Nuria, futura testigo de mis desvaríos, a una hora en la que tampoco había mucha gente por la calle, (por el hecho de que puedo ser más exagerada cuando no hay gente mirando, y esto consiste en eso mismo, en exagerar), miré el horario de autobuses y me senté con normalidad. Puedo asegurar que llegué a estar bastante nerviosa pensando en el emocionante papel que me esperaba.
Durante los primeros minutos de espera, la calma, todo sucedió con normalidad, hasta que comencé a introducir en mí la duda de que el autobús estuviera en un atasco, o hubiera llegado hasta una calle cortada al tráfico, o una manifestación le estuviera reteniendo en algún sitio de la ciudad y por ese motivo llegara con retraso, o peor aún, no llegara jamás. ¿Qué se supone que iba a hacer yo entonces?, no sería capaz de llegar a tiempo y como siempre tendría que dar diversas explicaciones (esta vez ciertas) y lo más importante, buscar otro medio de transporte. Mi día se había convertido en un completo cáos, las cosas no iban a salir como estaban planeadas. De este modo llegué a la sensación de haber perdido completamente el control de lo que sucediera a partir de ese momento. Esta sensación es la que ahora debía incrementar y exagerar de forma un  poco absurda.
En este punto ya comencé a reírme con lo que rondaba mi cabeza y que en el texto me sugería que hiciese. ¡Terroristas! es en lo que elegí empezar a creer. ¿Y si habían atacado el autobús tomando a los pasajeros como rehenes?, ¿y si transportaba un nuevo virus letal o material nuclear?, pero ¿y si el conductor era un viscoso extraterrestre que había tomado el cuerpo de un humano?. En ese momento pasó un señor por la acera de enfrente y se quedó parado observando la situación (posiblemente por lo extraño de ésta), y mi cabeza, que ya estaba bastante suelta en el tema de imaginar fatalidades pensó en una conspiración en mi contra, ¿y si al subirme me viera atrapada yo misma en un complot?, ¿y si todo el mundo, incluida Nuria y aquel señor de la acera de enfrente conocieran que yo iba a ir a esa parada a coger el próximo autobús por lo que planeaban secuestrarme (o simplemente volverme loca)?. Comencé a desconfiar de todo y confieso que entre las risas hubo un momento en el que se me puso la piel de gallina y una pequeña parte de mí se dejó dominar por la duda y la idea de algún futuro acontecimiento temible.
(Autobús de la parada de delante)


He de decir, que el autobús que esperaba no llegó a aparecer por lo que no tuve la sensación de alivio final que me esperaba al subir. Después de todo, resulta que la situación tampoco fue tan imaginaria como pensaba y puede que hasta me hubiera puesto paranoica con razón.. ¡quién sabe!






"Lo universal es el cáos. El mundo (el escenario que representa este planeta) es por lo tanto algo monstruoso, un acertijo de infortunios que deben ser aceptados, pero por los cuales uno nunca debe capitular."
Friedrich Dürrenmatt


lunes, 18 de febrero de 2013

V del violinista de Thompson


En esta entrada, lo que haré será invitaros a participar en un experimento mental

Empecemos con el caso que expone Judith Thompson y que se recoge en el libro El escarabajo de Wittgenstein y 25 experimentos mentales más
Imaginémonos que de un momento a otro nos despertamos en la cama de un hospital, con nuestros órganos conectados a un individuo que se encuentra en la cama de al lado y del que no conocemos la identidad. Entonces, nos enteramos de que los miembros de la Asociación de Amantes de la Música, nos han drogado, secuestrado y conectado a aquel hombre, con el objetivo de que le salvemos la vida, ya que resulta ser un conocido violinista que no puede vivir por sí mismo, sino que necesita estar conectado a nuestros órganos vitales durante nueve meses, con lo cual al final de este tiempo, todo volvería a la normalidad y cada uno podría seguir con su vida. Ahora bien, también podríamos desconectarnos ahora mismo, marcharnos de allí y que el violinista muriese, al fin y al cabo.. ¿qué tipo de responsabilidad tenemos nosotros con un tipo al que ni conocemos y al que para colmo, nos han conectado a la fuerza? 


Parece que este ejemplo fue creado por Thompson como comparación al aborto y al derecho de la mujer de acabar con un embarazo que ha sido producto de una violación. ¿Si se produce un embarazo no deseado, la madre tendría la obligación de proporcionarle la vida al feto? Se podría alegar que el feto debería poder optar al derecho a la vida del que todo ser humano debe disponer, ya que no es culpable ni de la violación ni de cualquier acto no deseado, es inocente. Pero desde otro punto de vista, la mujer no tiene por qué tener ninguna responsabilidad con una situación que le ha sido impuesta a la fuerza. Claro que en este caso, existen lazos de sangre y en el del violinista no, pudiéndose objetar que al ser así, la mujer si que ha de tener una responsabilidad con el feto.
Ahora ya, entraríamos en la discusión de que si comparamos moralmente las dos situaciones, el aborto de la mujer sería matar al feto y en cambio, desconectar nuestros órganos de los del violinista sería dejarlo morir, aunque al fin y al cabo, si conocemos de antemano que va a morir, no sería muy distinto de matarlo.
El grado de responsabilidad estaría, en los actos que se hayan cometido hasta llegar a ese punto. Si se ha llegado al embarazo de manera involuntaria e indeseada, ¿qué problema hay en el aborto?

Lo que alegan muchos defensores de la vida es que si no quieres quedarte embarazada tomes medidas y no corras el riesgo, para evitar a toda costa tener que recurrir al aborto, el cual se ha llegado a considerar un ''pecado mortal'' por este tipo de personas. Si vamos por ese camino, entonces una víctima de violación no debería haber salido de su casa en toda su vida, debería haberse cuidado a si misma de que no la maltrataran en contra de su voluntad y así no estaría en esa terrible situación. ¡¿Pero en qué mundo vivimos?!
Si se toma la decisión de abortar (que es totalmente aceptable y racional), es porque sería necesario para el bien del feto y de la propia mujer, evitando así males mayores. 
Es cierto que el feto tiene derecho a la vida, pero NADIE PUEDE IMPONERSE SOBRE OTRA PERSONA Y COACCIONARLA.
¡Es nuestro útero y nosotras llevamos el peso de la decisión de albergar la vida dentro de él o no!